Hoy miramos hacia atrás y hasta nos cuesta entender lo que sucedió y por qué sucedió. Y es que son ya 75 octubres desde que los trabajadores asturianos trataron de tomar las riendas de su vida. Parece que ahora nos cuesta entender que antes, cuando un trabajador tenía un problema,
no iba a la tele a contar sus miserias, ni al psicólogo, porque le puteaban a él solo, sino que se juntaba con el resto de compañeros y le dejaba las cosas claras al patrón: «tú estás ahí porque aún no tenemos la fuerza suficiente».
Y así fue, los patrones estuvieron viviendo del trabajo ajeno hasta que llegó el día. Ante la entrada en el Gobierno de la II República de 3 ministros de la filofascista CEDA, el 5 de octubre de 1934 los trabajadores de gran parte de España salieron a la calle con la orden de huelga general. Sin embargo, debido a la situación represiva, a la falta de unidad obrera y a varios factores más, el único lugar donde la llama verdaderamente prendió fue en Asturias y en algunas comarcas limítrofes.
La Alianza Obrera teorizada por el BOC, la IC y sectores de CNT y UGT fue plasmada en un pacto en marzo del mismo año en Asturias, pacto firmado por estos dos sindicatos y la FSA-PSOE, al que se sumaron los ya mencionados precursores del POUM, además de la FAI y el PCE en vísperas de la insurrección. Esa alianza será simbolizada por tres palabras que llenarán de esperanza a los trabajadores asturianos: Uníos Hermanos Proletarios.
En apenas tres días el pueblo trabajador, armado con un puñado de fusiles y cartuchos de dinamita, se hace con la mayor parte de Asturias, controlando las cuencas y Oviedo, con más dificultades en Gijón ante la falta de armas, pero aun así dominándolo en gran medida. La revolución triunfa y el clima es de total optimismo, aunque comienzan a llegar noticias de que la insurrección está aislada y que fuera de Asturias nadie les siguió en su empeño.
La respuesta del Gobierno radical-cedista no se hace esperar y el ejército acude a aplastar la rebelión. Los trabajadores aguantan las embestidas, pero tras varios días cae Gijón, que sufre un bombardeo naval indiscriminado, y Oviedo, aunque manteniéndose la lucha en los barrios periféricos de ésta hasta prácticamente el último día. Los mineros tratan de replegarse hacia las cuencas, que sigue bajo el total control de los revolucionarios, pero la situación es crítica. Dos semanas después suenan los últimos disparos y tras fuertes y violentas discusiones sobre si seguir la lucha o no, finalmente uno de los líderes de la revolución, Belarmino Tomás, firma la rendición con el general López Ochoa.
Con la toma de Asturias por parte del ejército republicano comienza la represión, en la que se destacan las tropas regulares africanas: torturas, violaciones, saqueos, fusilamientos…, todo vale para amedrentar a los trabajadores asturianos, el fin está bastante claro: que aprendan a vivir con la cabeza agachada y que no se les vuelva a ocurrir intentar alcanzar la utopía.
Las conclusiones de la revolución de Octubre del 34 son muy amplias. Durante esos días se vivieron en Asturias diferentes experiencias de socialismo y comunismo en todas sus vertientes, los trabajadores que no estaban en el frente por edad, por falta de armas, por razones de salud…, mantenían la industria en pie, pero una industria ahora colectivizada, enfocada al bien común, que en este caso tanto podía ser el blindaje de camiones o trenes en Duro Felguera, como el reparto de los productos de una panadería a los vecinos de El Llano.
El hecho de que miles de trabajadores, sin apenas armas, pasasen en pocas horas de ejercer de vidrieros, metalúrgicos, pescadores o albañiles a mantener durante dos semanas en jaque a todo un ejército perfectamente pertrechado, apoyado por policías y guardias civiles, tropas regulares africanas, por bombardeos de aviación y navales…, sólo lo podemos entender sabiendo que esta revolución fue una consecución de actos realmente heroicos, de acciones arriesgadas, de trabajadores poniendo la vida constantemente en juego con un objetivo único y claro: que todos pudiesen disfrutar del fruto de su trabajo; sabían que ellos eran una colectividad y que todos tenían derecho a vivir de una manera digna.
Hoy la situación es la contraria, no es que la clase trabajadora tenga más o menos fuerza, es que prácticamente desapareció esa conciencia colectiva. Pero no podemos mirar hacia atrás con nostalgia, tenemos que mirar atrás para aprender de la historia y cambiar la situación actual, volver a entender que nuestros problemas no son individuales y, por lo tanto, las soluciones tampoco, nuestros problemas son estructurales y el causante es el sistema productivo y político actual, que tiene unos responsables a los que debemos señalar.
La situación puede que no sea la misma hoy en Asturias (ni en el llamado primer mundo, en general), pero la cuestión principal no cambió: si entre todos producimos lo suficiente para poder vivir dignamente, ¿por qué permitimos a algunos que den rienda suelta a su avaricia?
Quizás haya que cambiar las tácticas o la forma de organizarnos, replantearnos las acciones que realizar y volver a pensar la forma de lucha para que sea más efectiva, pero el horizonte, nuestro objetivo último y necesario sigue siendo el mismo y sigue teniendo el mismo nombre que tuvo siempre: Comunismo.
Colectivo Emilio García (Asturies).
no iba a la tele a contar sus miserias, ni al psicólogo, porque le puteaban a él solo, sino que se juntaba con el resto de compañeros y le dejaba las cosas claras al patrón: «tú estás ahí porque aún no tenemos la fuerza suficiente».
Y así fue, los patrones estuvieron viviendo del trabajo ajeno hasta que llegó el día. Ante la entrada en el Gobierno de la II República de 3 ministros de la filofascista CEDA, el 5 de octubre de 1934 los trabajadores de gran parte de España salieron a la calle con la orden de huelga general. Sin embargo, debido a la situación represiva, a la falta de unidad obrera y a varios factores más, el único lugar donde la llama verdaderamente prendió fue en Asturias y en algunas comarcas limítrofes.
La Alianza Obrera teorizada por el BOC, la IC y sectores de CNT y UGT fue plasmada en un pacto en marzo del mismo año en Asturias, pacto firmado por estos dos sindicatos y la FSA-PSOE, al que se sumaron los ya mencionados precursores del POUM, además de la FAI y el PCE en vísperas de la insurrección. Esa alianza será simbolizada por tres palabras que llenarán de esperanza a los trabajadores asturianos: Uníos Hermanos Proletarios.
Salen los mineros de Pola Laviana,
tomando cuarteles llegaron a Sama,
el cañón retumba, los fusiles cantan,
los dinamiteros derrumban las murallas.
[Coplas del 34]
tomando cuarteles llegaron a Sama,
el cañón retumba, los fusiles cantan,
los dinamiteros derrumban las murallas.
[Coplas del 34]
En apenas tres días el pueblo trabajador, armado con un puñado de fusiles y cartuchos de dinamita, se hace con la mayor parte de Asturias, controlando las cuencas y Oviedo, con más dificultades en Gijón ante la falta de armas, pero aun así dominándolo en gran medida. La revolución triunfa y el clima es de total optimismo, aunque comienzan a llegar noticias de que la insurrección está aislada y que fuera de Asturias nadie les siguió en su empeño.
La respuesta del Gobierno radical-cedista no se hace esperar y el ejército acude a aplastar la rebelión. Los trabajadores aguantan las embestidas, pero tras varios días cae Gijón, que sufre un bombardeo naval indiscriminado, y Oviedo, aunque manteniéndose la lucha en los barrios periféricos de ésta hasta prácticamente el último día. Los mineros tratan de replegarse hacia las cuencas, que sigue bajo el total control de los revolucionarios, pero la situación es crítica. Dos semanas después suenan los últimos disparos y tras fuertes y violentas discusiones sobre si seguir la lucha o no, finalmente uno de los líderes de la revolución, Belarmino Tomás, firma la rendición con el general López Ochoa.
Con la toma de Asturias por parte del ejército republicano comienza la represión, en la que se destacan las tropas regulares africanas: torturas, violaciones, saqueos, fusilamientos…, todo vale para amedrentar a los trabajadores asturianos, el fin está bastante claro: que aprendan a vivir con la cabeza agachada y que no se les vuelva a ocurrir intentar alcanzar la utopía.
Las conclusiones de la revolución de Octubre del 34 son muy amplias. Durante esos días se vivieron en Asturias diferentes experiencias de socialismo y comunismo en todas sus vertientes, los trabajadores que no estaban en el frente por edad, por falta de armas, por razones de salud…, mantenían la industria en pie, pero una industria ahora colectivizada, enfocada al bien común, que en este caso tanto podía ser el blindaje de camiones o trenes en Duro Felguera, como el reparto de los productos de una panadería a los vecinos de El Llano.
El hecho de que miles de trabajadores, sin apenas armas, pasasen en pocas horas de ejercer de vidrieros, metalúrgicos, pescadores o albañiles a mantener durante dos semanas en jaque a todo un ejército perfectamente pertrechado, apoyado por policías y guardias civiles, tropas regulares africanas, por bombardeos de aviación y navales…, sólo lo podemos entender sabiendo que esta revolución fue una consecución de actos realmente heroicos, de acciones arriesgadas, de trabajadores poniendo la vida constantemente en juego con un objetivo único y claro: que todos pudiesen disfrutar del fruto de su trabajo; sabían que ellos eran una colectividad y que todos tenían derecho a vivir de una manera digna.
Asturias tierra bravía,
Asturias de luchadores,
No hay otra como mi Asturias,
para las revoluciones.
[Asturias tierra bravía]
Asturias de luchadores,
No hay otra como mi Asturias,
para las revoluciones.
[Asturias tierra bravía]
Hoy la situación es la contraria, no es que la clase trabajadora tenga más o menos fuerza, es que prácticamente desapareció esa conciencia colectiva. Pero no podemos mirar hacia atrás con nostalgia, tenemos que mirar atrás para aprender de la historia y cambiar la situación actual, volver a entender que nuestros problemas no son individuales y, por lo tanto, las soluciones tampoco, nuestros problemas son estructurales y el causante es el sistema productivo y político actual, que tiene unos responsables a los que debemos señalar.
La situación puede que no sea la misma hoy en Asturias (ni en el llamado primer mundo, en general), pero la cuestión principal no cambió: si entre todos producimos lo suficiente para poder vivir dignamente, ¿por qué permitimos a algunos que den rienda suelta a su avaricia?
Quizás haya que cambiar las tácticas o la forma de organizarnos, replantearnos las acciones que realizar y volver a pensar la forma de lucha para que sea más efectiva, pero el horizonte, nuestro objetivo último y necesario sigue siendo el mismo y sigue teniendo el mismo nombre que tuvo siempre: Comunismo.
Colectivo Emilio García (Asturies).
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