lunes, 29 de diciembre de 2008

La Santina republicana

Hace 70 años, la Virgen de Covadonga salió del real sitio hacia Gijón y después fue llevada a París, bajo protección de las autoridades frentepopulistas.

Lo recogía sucintamente una copla popular entonada durante la guerra civil en Asturias: «La Virgen de Covadonga / ye pequeñina y galana / marchóse con Quintanilla / porque ye republicana». En efecto, a comienzos de 1937, hace ahora 70 años, la imagen de la Santina abandonaba el real sitio camino de Gijón, de donde partiría después hacia Francia.

Respetada en varios momentos de ese periplo por los mandatarios frentepopulistas de la Asturias republicana, la venerada imagen de la Virgen sobreviviría excepcionalmente a lo que el obispo Antonio Montero denominó -en su estudio «Historia de la persecución religiosa en España (1936-1939)»- «el martirio» de los bienes eclesiásticos.

Según dicha obra, serían 354 los templos totalmente destruidos en Asturias y 287 los parcialmente dañados. Los ajuares litúrgicos correrían la misma suerte y, en un país tan particularmente cultivador de la imagenería religiosa como España, las efigies de vírgenes, santos y otras figuras de piedad serían arrasadas. Un botón de muestra: la fotografía de unos milicianos fusilando al Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles daría la vuelta al mundo.

La destrucción de bienes inmuebles, muebles y artísticos alcanzó una tasación de 900 millones de pesetas, según cálculo que el ministro de Gobernación, Ramón Serrano Suñer, realizó al final de la guerra.

En medio de ese panorama, la excepción de la Virgen de Covadonga contiene elementos interesantes. La Santina fue republicana, o mejor dicho, propiedad republicana. Y, como tal, sufrió exilio, aunque retornaría, en junio-julio de 1939, en loor de multitudes y a hombros de los asturianos, en actos concurridísimos programados por la Iglesia y el nuevo régimen para reafirmación religiosa y nacional.

Pero antes los «rojos» la habían custodiado. Incluso una mano comunista nunca identificada la protegió del pillaje en la Embajada de París, donde permaneció encajonada cerca de dos años.

La historia del «exilio» y retorno de la Santina ha sido estudiada minuciosamente por el sacerdote Silverio Cerra, profesor de Filosofía, y sus últimas aportaciones están siendo recogidas en las publicaciones del Foro Covadonga, de reciente creación.

Relata Cerra que la guerra civil llegó a Covadonga el 6 de agosto de 1936, cuando jóvenes milicianos de Cangas de Onís acceden al santuario al atardecer. A partir de ese momento, los miembros del cabildo son detenidos y encarcelados, y la basílica, las dependencias capitulares y la cueva son clausuradas. La Santina permanece en su altar del camarín, el diseñado por Roberto Frassinelli -el «alemán de Corao»-, y bloqueada por las verjas de la santa cueva. A finales de septiembre se detecta que han sido robadas su corona de plata, la rosa de oro de su mano y las vestiduras de filigrana. Días después desaparece la imagen. Los robos se habían sucedido en Covadonga. Las provisiones de los hoteles, los muebles y objetos de las viviendas capitulares, las joyas donadas como ex votos al santuario y la biblioteca de la colegiata fueron objeto de rapiña. Las vestiduras sagradas y las cortinas acabaron en sastrerías de la zona, de manera que «en Cangas se comentaba de qué ornamento o cortina habrían salido ciertas cazadoras o faldas», relata Cerra.

Para entonces, la basílica de Covadonga había sido utilizada como cinematógrafo y salón de baile, y el conjunto del real sitio, como centro hospitalario. El hotel Pelayo sería clínica de infecciosos tifoideos.

No se sabe quién, pero alguien había sacado la Santina de la cueva y la había escondido en un armario ropero de dicho hotel, donde era tutelada por Marina, hija de un mecánico de Covadonga, «Julio el de los Ingleses», y responsable del departamento de lencería, detalla Silverio Cerra
Marina y su novio eran socialistas, lo que no impidió una estrecha vigilancia de la imagen. Ante el armario acude a rezar frecuentemente Ángeles López-Cuesta, esposa de Luis Laredo, médico y diputado de Izquierda Republicana, que residía en las casas de los canónigos, vivienda entonces para políticos de la República. Ángeles López-Cuesta era mujer piadosa y de las pocas personas que conocían el paradero de la Santina. Cuando visitaba la imagen con sus hijas pequeñas, rezaba manteniendo cerradas las puertas del armario, para que las niñas no se fueran después de la lengua. Un día, una de sus hijas preguntó: «¿Por qué venimos a rezar a este armario del Pelayo si tenemos tantos armarios en casa?», según recoge Cerra en sus investigaciones.
Según explica el sacerdote, la suerte de la Santina cambiará en diciembre de 1936, cuando se crea el Consejo Interprovincial de Asturias y León, bajo Belarmino Tomás, y la Consejería de Sanidad -de la que dependía Covadonga- deja de estar dirigida por miembros de Izquierda Republicana, moderados, y pasa a Ramón Fernández Posada, de las Juventudes Libertarias. Será nombrado director de Covadonga Agapito González, fontanero de Las Caldas y presidente de las Juventudes Libertarias, quien expulsa del real sitio a Laredo y familia. Ante este hecho, Ángeles López-Cuesta, temerosa por el destino de la Santina, manda aviso a Gijón al consejero de Propaganda, el profesor y escritor Antonio Ortega, conocido suyo.

Ortega encarga al escultor Goico-Aguirre -Antonio Goicoechea Aguirre- que recoja la imagen de Covadonga y la traslade a Gijón. Ortega y Goico-Aguirre se distinguirán durante la guerra civil por una decidida campaña de salvación del patrimonio artístico asturiano.

Les amparaba una disposición de la Consejería de Instrucción Pública -regida por el comunista Juan Ambou- que prohibía la apropiación o destrucción de objetos artísticos. Dicha norma establecía «la concepción materialista del arte y la extensión de la cultura, hasta hoy monopolizada, a todo el pueblo».
Goico-Aguirre viaja a Covadonga en un Ford negro. Recoge un gran paquete y lo lleva a Gijón, donde es guardado en un armario del Ateneo Obrero. Silverio Cerra juzga en este punto que no es cierta la historia de que Indalecio Prieto pidió el traslado de la Santina a la Embajada de París.
La imagen de la Virgen y otros bienes artísticos serán objeto de sendas exposiciones populares de arte en el Ateneo Obrero, en abril y mayo de 1937, organizadas por el departamento de Propaganda que dirigía Ortega. La idea ulterior era la de crear un Museo Popular de Arte acorde con los antiguos proyectos de Jovellanos.
Pero un nuevo giro iba a producirse en el destino de la Santina a medida que el frente Norte ahogaba a la Asturias frentepopulista. El Gobierno republicano de Valencia pide salvar los tesoros artísticos, y el Consejo de Asturias y León acuerda el traslado. Lo encarga a Eleuterio Quintanilla, anarcosindicalista, profesor y «santo laico» para los cenetistas, según recuerda Cerra.

En septiembre de 1937, Quintanilla sale en un barco inglés del puerto de Gijón, El Musel, con el cargamento de objetos artísticos de Asturias, Santander y parte de León. La intención era trasladarlo al territorio republicano, a Valencia, a través de Burdeos. Pero la Santina y otros objetos nunca llegarán a ese destino, sino que acabarán en la Embajada española de París.
El 1 de octubre de 1937, el IV Tabor de Regulares de Alhucemas, las Brigadas de Castilla y la V Brigada de Navarra toman Covadonga. Franco dice desde Burgos: «En este día, aniversario de mi exaltación a la Jefatura del Estado..., ha sido clavada nuestra bandera junto a la cruz de Covadonga». El real sitio comienza a recomponerse católicamente, pero la imagen de la Santina no aparece.

Pasa año y medio y la guerra civil toca a su fin. En la Ciudad de las Luces, según relato de Silverio Cerra, un hombre se dirige al claretiano Joaquín Aller, director de la Misión Española en París, y le dice: «Yo soy un comunista asturiano... Es el caso que la Santina asturiana, patrona de mi tierra, está, entre otros tesoros artísticos, almacenada en la Embajada. Ésta va a ser evacuada y yo no quiero que esta imagen tan querida sufra más ultrajes».

El claretiano le pide a aquel hombre que la esconda y éste la oculta en un pequeño hueco, junto al ascensor. Cuando en marzo de 1939 las nuevas autoridades del franquismo entran en la Embajada hallan, en medio de cajas saqueadas, una sin abrir con el letrero «Virgen de Covadonga». Nuevamente, una mano izquierdosa había intervenido en la suerte de la Santina.

Según texto recogido por Cerra, el anarquista Ramón Álvarez Palomo (Gijón, 1913-2003) dejó escrito: «Ese símbolo de la cristiandad, al margen de toda creencia y desmintiendo la ferocidad que se nos atribuye, fue puesto a salvo... por los "rojos" y custodiado por el hombre más representativo del fondo humanista del anarquismo: Eleuterio Quintanilla».

Ya lo decía la copla: «Marchóse con Quintanilla / porque ye republicana».

J. Morán

Extraído de: La Nueva España 3 de Febrero de 2007.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Ante la nueva farsa de las elecciones sindicales

¡¡COMPAÑEROS TRABAJADORES!!

Nuevamente el régimen franquista y la burocracia falangista nos convocan a trabajar de peleles de sus necesidades políticas. La clase obrera debe conocer el alcance de esta convocatoria y tomar frente a ella una posición correcta.

Después del proceso de Burgos el forcejeo entre los falangistas y algunos generales de un lado, y el OPUS y los generales monárquicos de otro, se acentuó, dando lugar a algunas variaciones dentro de la línea de evolución que era previsible. Los falangistas están empeñados en sacar capital político de las «movilizaciones» que fabricaron durante el proceso de Burgos. Después de un arrinconamiento que parecía ya el golpe de gracia, la burocracia falangista enseña uñas y dientes y muestra no estar dispuesta a dejarse arrebatar por ahora los comederos de la CNS y demás organismos alimentados con las cotizaciones de los trabajadores. De momento, han conseguido dos triunfos: una Ley Sindical a su medida y la convocatoria del Consejo Nacional con unas decisiones que apestan de miedo enfermizo, de voluntad de represión sobre el pueblo y de afán de garantías para la conservación de sus privilegios. La alta burguesía financiera, representada por el OPUS, aunque tiene necesidad de algunos cambios de forma para presentarse ante el Mercado Común, que es su tabla de salvación, tuvo que transigir y echar el Sindicato como carnaza a la voracidad de los burócratas falangistas.

Tanto los unos como los otros necesitan nuestra participación. Los del OPUS para salvar la cara ante la OIT y hacer colar que, de todas maneras, esta forma de Sindicato cuenta con la aceptación de los trabajadores. Los burócratas falangistas, para justificarse como algo más que como una clase de parásitos que viven sistemáticamente del cupón. A las dos facciones les viene de perlas nuestra participación en las elecciones sindicales. Está pues, muy claro, que políticamente no nos conviene participar ya que haríamos el juego de nuestros opresores.

¿Qué otros motivos podían hacernos creer en la conveniencia de la participación? Algunos dicen que por motivos tácticos nos conviene participar. Dicen que se puede buscar así una plataforma legal de lucha y que, en este caso, coinciden los intereses del Régimen y los de los trabajadores. A veces este tipo de propuestas están determinadas por necesidades de crecimiento y predominio de grupos políticos o sindicales organizados, y son por ello doblemente reprochables. Otras veces son personas sinceras, aunque equivocadas, las que hablan así. Nosotros queremos, tanto en un caso como en el otro, dar claridad sobre este problema.

1°.— Cuando se nos quiera convencer para participar con el argumento de que hay que quitar a los enlaces y jurados granujas, tenemos que pensar que estos granujas a los que tenemos que quitar hoy, son los que entraron en 1966 para quitar a los granujas de entonces. Y tiene que ser así porque los empresarios y los burócratas sindicales tienen poderosos medios para corromper a los representantes obreros privados de contacto y de la defensa de sus bases obreras al hacer ilegales las asambleas.

2°.— Cuando se nos diga que hay que seguir el principio leninista de aprovechar la legalidad tenemos que preguntar de qué legalidad nos hablan. Tenemos que preguntar si no hay contradicción entre declarar a un estado fascista y, a la vez, afirmar que nos da una base de legalidad. ¡Que les hablen de esta «legalidad» a los enlaces y jurados que conocieron y conocen las cárceles franquistas! porque, al participar, se dieron a conocer innecesariamente a la policía, cuando debían haber seguido trabajando en la clandestinidad. Se olvida con facilidad que el Movimiento Obrero —el nuevo y el viejo, que sólo hay uno— deberá seguir siendo clandestino mientras dure el régimen franquista y que sería suicida por nuestra parte enseñar nuestros cuadros prematuramente. El Movimiento Obrero debe fortalecer sus estructuras organizativas y mantenerlas fuera del alcance de la bofia. No olvidamos que los grandes movimientos de masas de los años 62, 63, 64 y 65 a nivel nacional coinciden con los momentos en que en las elecciones sindicales se votaba a «la mula Francis», a Sofía Loren o a los declarados tarados mentales de las empresas. Desde entonces acá se han hecho supremos esfuerzos por parte del Régimen para integrar al Movimiento Obrero, es decir, para destruirlo tratando de atraerlo a la vía muerta del sindicato CNS.

3°.— Cuando se nos diga que no tenemos que tener escrúpulos en participar, porque en este caso hay coincidencia entre los intereses del Régimen y los de la clase trabajadora, debemos contestar que nunca fueron los mismos los intereses de los explotadores y los explotados, los intereses de los verdugos y las víctimas.

4°.— Finalmente, hay que tener bien en cuenta que aceptar como plataforma de reivindicación una estructura que es parte integrante de un estado fascista forzosamente supone comprometer la autonomía del movimiento obrero y empeñar el destino de la clase obrera porque la lucha de clases se mantendrá tensa y avanzará victoriosa sólo en la medida en que la clase obrera tenga una estrategia precisa y propia, unos planteamientos correctos y un actuar consecuente y no siendo arrastrada en el furgón de cola de un tren gobernado, administrado y dirigido por la burguesía.

En consecuencia, la actitud de la clase obrera frente a las elecciones sindicales próximas debe ser de negativa rotunda a la participación, la realización de ASAMBLEAS, el nombramiento de representantes ocasionales directos, que constituyan los COMITÉS DE EMPRESA, los cuales, como sucedió a todo lo largo de la, historia, acabarán imponiéndose a la patronal, y trabar cuando antes la coordinación DIRECTA de estos COMITÉS libre de manipulaciones. Así derrotaremos al régimen franquista, así alcanzaremos el triunfo y la liberación de la clase obrera.

POR LA VICTORIA DE LA CLASE TRABAJADORA.
NO A LAS ELECCIONES SINDICALES DEL FASCISMO.
SÍ A LAS ASAMBLEAS Y COMITÉS DE EMPRESA CON BASE EN LA ASAMBLEA Y CONTROLADOS POR ELLA. EL PESO DE LAS DECISIONES A LA ASAMBLEA.
AUTONOMÍA DEL MOVIMIENTO OBRERO.
SOLIDARIDAD DE EMPRESA, SOLIDARIDAD DE RAMO, SOLIDARIDAD DE CLASE.

Asturias, Marzo de 1971

COMUNAS REVOLUCIONARIAS DE ACCIÓN SOCIALISTA (CRAS)


Publicado en: Los comunistas en Asturias (1920-1982), VVAA (Coordinador: Francisco Erice). Editorial Trea, Xixón, 1996.
Digitalización: El cielu por asaltu

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cándido y Morala saltan el muro

No sorprende que el delegado del Gobierno los envíe a la cárcel por terroristas y pida después un indulto, aunque suene a chiste. Ni la alcaldesa de Gijón indignándose con los que critican la responsabilidad del Ayuntamiento en este caso, pero no con la decisión de enviar a dos obreros a prisión precisamente el día de su toma de posesión

Gijón fue en los años treinta del siglo XX, hasta la entrada de los franquistas en octubre de 1937, una ciudad anarquista. En contraste con Cataluña o Aragón, en aquellos tiempos vertiginosos de utopía y revolución, en Asturias el marxismo se impuso al anarquismo entre los obreros, excepto en algunos sectores o empresas, como la pesca o Duro-Felguera, y en algunas localidades, como Candás, La Felguera y Gijón.

En la ciudad más poblada de Asturias la Comuna de 1934 se tiñó de los colores rojos y negros de las banderas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la organización obrera mayoritaria, pero los revolucionarios no resistieron mucho por falta de armas. La derrota no diluyó su espíritu libertario y dos años después, durante la guerra civil, Gijón tuvo un alcalde anarquista, una contradicción a la que no escapó la CNT en Asturias, como en toda la España republicana, donde tuvo varios ministros.

La Alcaldía del cenetista Avelino González Mallada fue breve, poco más de un año, pero acometió la más importante remodelación urbanística de la historia de la ciudad. Su mandato fue el de los derribos, nada menos que 115, destinados a eliminar los obstáculos urbanísticos que agobiaban a la ciudad y a ganar espacios abiertos. Así, con esos métodos expeditivos, sólo posibles en tiempos de guerra, aquel alcalde que combatía entre las barricadas derribó otra en el corazón de su ciudad: la de los edificios que la separaban de la playa.

Hasta los franquistas, espantados con los anarquistas, reconocieron la revolución urbanística de Avelino González Mallada y lamentaban que sus tropas no hubieran conquistado Gijón unos meses más tarde para ver caer el martillo de Capua, un derribo que tendría que esperar medio siglo el regreso de las libertades democráticas.

Si González Mallada no hubiera acabado en el exilio, nuestros ojos no tendrían ahora que soportar las aberraciones del muro de San Lorenzo y la bahía gijonesa se parecería más a la de San Sebastián, esa ciudad afrancesada, también bañada por el Cantábrico, pero protegida de los vientos del mal gusto y de la barbarie del ladrillo.

Han pasado setenta años y Gijón ya no es una ciudad anarquista, porque el sueño de un mundo sin Estado, sin Dios y sin patrón ya sólo es un lejano recuerdo, romántico y legendario, como el Ayuntamiento libertario. Pero la Historia es casi una ciencia exacta, con sus causas y sus consecuencias, y sus huellas se van borrando lentamente, como las de las pisadas en la playa batida por la mar.

Gijón es ahora una ciudad burguesa, de clases medias y sector servicios mayoritario, con la clase obrera batiéndose en retirada, porque tiene cumplidos sus objetivos. Pero aún mantiene focos de resistencia obrera y de lucha proletaria. Ha desaparecido prácticamente la CNT, devorada por la Historia y por las luchas intestinas, pero su alma anima en la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI), sindicato obrerista y autogestionario surgido de una escisión de Comisiones Obreras (CC OO).

Cándido González Carnero y Juan Manuel Martínez Morala posiblemente no reparen en ello, pero son los sucesores de aquellos líderes anarquistas gijoneses, como Avelino González Mallada, Avelino González Entrialgo o José María Martínez. Tienen prestigio y autoridad entre sus compañeros, porque nunca se han distanciado de ellos, y se han negado a colgar el mono. Nunca estuvieron liberados, pleitearon contra la prejubilación forzosa; y en esto Cándido demostró una tozudez asombrosa, porque siendo secretario general de CSI nunca dejó de trabajar en Naval Gijón: se levantaba a las cinco de la mañana para ir al astillero y por la tarde prolongaba la jornada en el sindicato hasta el anochecer.

Asturias fue vanguardia en el movimiento obrero y cuna de sindicalistas luchadores y generosos, que afortunadamente no han desaparecido; pero el sindicalismo oficial de los sindicatos mayoritarios se ha burocratizado y ha dejado paso a prácticas que poco tienen de obreristas y mucho de clientelares. El sindicato se ha convertido en una agencia de servicios para el cotizante, que se afilia por intereses individuales, no precisamente solidarios, y siempre tiene razón, aunque pise al compañero y no esté sobrado de ella. O simplemente para no trabajar, ascender laboralmente o conseguir prebendas y beneficios.

Hay tanta corrupción sindical como política, pero ésta de los centros de trabajo de las grandes empresas, donde se ejerce el poder sindical, resulta más deprimente, porque es consecuencia directa de la complicidad o la pasividad de los trabajadores. Aunque, siendo pragmáticos, mejor este sindicalismo tan poco edificante que su ausencia, porque donde no hay sindicatos la indefensión o la abierta explotación de los trabajadores es mucho más intolerable.

Con este panorama, las prácticas y los valores sindicales de Cándido y Morala son una peligrosa excepción en el sistema. Estorban al poder, pero también a la izquierda oficial y al sindicalismo burocrático.

No hay ninguna sorpresa con su encarcelamiento, porque la justicia es caprichosa, subjetiva y previsible. Desde que supimos quiénes les iban a juzgar, todos sabíamos cómo serían las sentencias. El juez Lino Mayo, del Juzgado de lo penal número 1 de Gijón, duro e implacable, los condenó a tres años de cárcel y al pago de 5.624 euros, acusándoles de destrozar el cajetín de un equipo de grabación que vigilaba las movilizaciones de los obreros de Naval Gijón. La juez del Juzgado de lo penal número 2 de la misma ciudad, Rosario González Hevia, la más «progre» de Asturias, ahora amenazada con la expulsión de la carrera judicial, los absolvió de la quema de un coche abandonado. Cándido y Morala niegan ambas acusaciones y aseguran que su único delito es participar y encabezar las movilizaciones de sus compañeros.

Tampoco sorprende que el delegado del Gobierno los envíe a la cárcel por terroristas y pida después un indulto, aunque suene a chiste. Ni la alcaldesa de Gijón indignándose con los que critican la responsabilidad del Ayuntamiento en este caso, pero no con la decisión de enviar a dos obreros a prisión precisamente el día de su toma de posesión.

Se trata de dar una lección. Este Estado soporta cada día peor la disidencia. No sé si Cándido y Morala aciertan cuando denuncian que son condenados «para acallar las voces críticas en los astilleros y así poder cerrarlos y construir viviendas de lujo». Probablemente.

De lo que no hay duda es del intento de encarcelar con ellos a la rebeldía, un peligro que se contagia en libertad y un viento fresco en retirada en las sociedades modernas y satisfechas.

Cándido y Morala, los obreros que inspiraron la película «Los lunes al sol», de Fernando León, pasean su dignidad por las celdas de la cárcel de Villabona y se niegan a solicitar un indulto porque saben que los indultará la Historia, como al alcalde anarquista Avelino González Mallada, el de los derribos del Muro. Tirar edificios es fácil. Lo difícil es derribar el muro infranqueable de la arbitrariedad del Estado.

Xuan Cándano

Publicado en: La Nueva España , 5 de Julio de 2007

lunes, 15 de diciembre de 2008

Jaime Machicado

El gijonés del batallón

Jaime Machicado Llorente puede ser el único asturiano enterrado entre los 15 cuerpos que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica espera encontrar en la fosa común de Grandas de Salime.

Luchó por una causa y su nombre sale ahora a la luz con letras mayúsculas. Era Jaime Machicado Llorente, nacido en Ribadesella en 1909 pero vecino de Gijón y miembro destacado de CNT y FAI. Su cuerpo ha permanecido sepultado durante setenta años, se cree ahora que en la fosa común de Grandas, pero ni siquiera la tierra ha logrado borrar la historia de este asturiano.

El liderazgo le llegó a este gijonés de forma temprana. Su historia la personal y política la cuenta con datos precisos el presidente del Proyecto Todos los Nombres de Asturias, Luis Miguel Gómez González, que colabora como investigador con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Cuenta que la persona de Machicado ya era valorada antes de la guerra civil, pero que su presencia se hizo aún más notable cuando en 1937 y por petición de FAI fue nombrado comisario político del Batallón Galicia. Su rango era equiparable al del comandante Moreno, el último de los enterrados en la fosa de Grandas.

Pero más allá de su implicación política, Luis Miguel Gómez González también habla de su persona. Una buena parte del Batallón Galicia pudo salir por mar, pero él se negó. "Dijo que iba a correr la misma suerte que sus hombres". Así que el gijonés, que regresó a la ciudad para despedirse de una hermana suya, le explicó que iba a intentar salir por tierra. Sus hombres, a los que no quiso abandonar, le esperaban en Morcín. Era octubre de 1937 y la guerra la tenían perdida en el norte.

El plan, sin barcos disponibles en el puerto, consistía ahora en alcanzar a pie La Coruña con la esperanza de poder fletar allí un barco con el que alcanzar la costa francesa. En ese grupo de 15 personas que logró superar el Alto de El Acebo, en Grandas de Salime, se supone que caminaba Jaime Machicado Llorente. No pudieron avanzar mucho más, poco después serían asesinados tras ser localizados por los falangistas. El asturiano dejaba atrás a su mujer, Isabel Monte Cajigal, con quien tuvo un hijo también llamado Jaime.

El final de esta historia abre ahora otro capítulo con la exhumación emprendida por la Asociación Para la Recuperación de la Memoria Histórica en territorio asturiano. En la investigación han podido localizar a parte de su familia, una nuera y dos nietas. Una de ellas está previsto que visite hoy mismo el lugar donde fue enterrado su abuelo. Llegará, como ayer también lo hizo Germán Fernández, un gallego de Noia que apenas podía contener la emoción al pensar que su padre podría estar sepultado en el lugar. Es hijo de Maximino Martínez, ayudante del comandante Moreno, aunque ni siquiera pudo llegar a conocer a su progenitor. Cuando se marchó él, que nació el 2 de marzo de 1936, apenas tenía tres meses de vida. Reconoce que siente dolor al encontrarse en el lugar porque "hay heridas que nunca cicatrizan" y sobre todo le tortura "pensar cuánto pudo haber sufrido" Sin embargo, saber el paradero de su padre le da cierta "tranquilidad", al mismo tiempo que sentirá una "decepción" no encontrarlo en el lugar. Quiere saber lo que no supo nunca y no le gustaría esperar más tiempo para hacerlo.

Paula Díaz

Publicado en: La Voz de Asturias, 12 de agosto de 2007.
Encontrado en: El cielu por asaltu

miércoles, 10 de diciembre de 2008

1 de Mayo. Nada que celebrar.

Nuestras vidas están cortadas por un mismo patrón: Trabajar, Consumir y Descansar para volver a Trabajar y Consumir. Nuestro tiempo de ocio, nuestras relaciones sociales están también enmarcadas en la dinámica del consumo. Este tipo de organización social conlleva, irremediablemente, el embrutecimiento del ser humano, convirtiéndolo en un autómata incapaz de desarrollarse creativamente en cada faceta de su vida; a la hora de comunicar, sentir, razonar... Siendo así dependiente de las directrices marcadas por el sistema dominante.

El trabajo como modo de anulación:
En un modo de vida donde el beneficio económico es la única prioridad, el trabajo se convierte en algo detestable. Rebajar la condición humana a una simple herramienta productiva es negar la naturaleza de esta. La división del trabajo, la producción en masa, en cadena, son algunos de los métodos empleados para, negando la dignidad humana, buscar el máximo beneficio. Esta lógica capitalista no afecta en exclusiva al ser humano, sino que arrolla todo aquello que se interponga en su camino: animales, bosques, ríos, atmósfera, culturas..

En contra de lo que a simple vista pueda parecer, nadie escapa a esta forma de dominación: Los estudiantes, por ejemplo, sufren lo que no es más que una preparación para su posterior explotación en el mundo laboral. Para ello los métodos no difieren en absoluto: Jornadas interminables sentados asistiendo a monólogos en los que se les acostumbra al Orden Social, asumiendo la autoridad y su disciplina basada premio/castigo que les acompañará el resto de sus vidas.


Más allá de los centros de ‘educación’ o los lugares de trabajo, la alienación domina toda nuestra vida: Tal y tan fuerte es el adoctrinamiento, que subconscientemente lo reproducimos en nuestro llamado ‘tiempo libre’. Este término viciado no deja de ser una paradoja, puesto que por un lado, seguimos sometidos a los valores impuestos descritos anteriormente, y por el otro se convierte en la más alta expresión del consumo sin trabas: Relaciones basadas en el consumo de alcohol y otras drogas, en formas de ocio con ‘precio de venta al público’, reproduciendo los valores que nos oprimen.

Otra forma de entender el trabajo
Es innegable la necesidad del trabajo; Sin embargo, éste no ha de ser algo sucio, aburrido e indeseable. Para hacer el trabajo, ha de convertirse en algo voluntario. Esto requiere un cambio radical de la organización social: Desterrar el beneficio económico como objetivo del trabajo, sustituyéndolo por el fin de cubrir las necesidades reales de la comunidad. De esta manera, todo aquel tipo de trabajo que niega la libertad humana, carecería de sentido. Habríamos puesto fin a jornadas interminables, producción en masa, atentados contra la naturaleza, llegando a transformar el trabajo en algo divertido, creativo y asumible por todxs.

Colectivo Libertario Cizalla.
Panfleto editado y difundido por el Colectivu Llibertariu Cizalla el 1 de Mayo de 2006.