Treinta mil trabajadores de la construcción, de unas 1.300 empresas, estuvieron más de cien días en lucha por su convenio provincial.
Las asambleas de zona en Mieres, Avilés, Nalón, Gijón, Oviedo y Pola de Siero discuten en la primavera una tabla que, al coordinarse mediante delegados, pasa a ser plataforma reivindicativa cara al convenio, Estas asambleas decidieron desde el principio que la negociación sería mediante representantes directamente elegidos y controlados por todos, al margen de todo intermediario político o sindical. Ese fue su mayor acierto.
La plataforma era larga, de 28 puntos, destacando las cuarenta horas semanales, seguridad en el trabajo, libertades sindicales y un jornal mínimo de 900 pesetas. Al negarse la patronal a reconocer a la negociadora («comisión de los veinte»), se va a la huelga el 1 y 2 de abril.
UGT se opone al asambleísmo y exige la negociación a través de los sindicatos. CCOO tiene varios representantes entre los elegidos por la zona (aunque comprometidos a ser portavoces de sus asambleas y no negociar más que con el mandato de éstas), y la CNT apoya el procedimiento asambleario elegido por los trabajadores.
La patronal sigue negándose y trata de dividir contactando con UGT: la huelga se generaliza mediado abril, esta vez no sólo por el reconocimiento de la comisión, sino también por la plataforma reivindicativa.
Finalmente, la patronal reconoce a los negociadores, pero no sus revindicaciones. Empiezan las maniobras: la comisión llama a volver al trabajo mientras ellos negocian. En Gijón rompen así la huelga en mayo, pero los trabajadores no se fían: en Oviedo y Mieres mantienen la huelga, prganizan cajas de resistencia. En Gijón las asambleas revocan a dos delegados.
Cuando el cansancio aislaba a las empresas más luchadoras, se conoce el 9 de mayo la ridícula oferta patronal de 510 pesetas, y también los primeros despidos y represalias. Mediado mayo, la huelga es total en la provincia. Las zonas coordinan sus cajas de resistencia y sus asambleas de delegados de tajo, creando un comité de huelga con 10 delegados por zona: esta autoorganización obrera da a las asambleas el protagonismo efectivo de la lucha, superando el aislamiento en que tenía a las zonas la negociadora.
Las grandes empresas obligan a los pequeños empresarios a una actitud de intransigencia en sus ofertas económicas: para cargarse de razón, y después de estudiar los datos reales, la asamblea provincial del 24 de mayo da un mandato para negociar un jornal cotizable base de 732 pesetas, incluído el plus de asistencia, aparte de las pagas extra y las vacaciones. Pero decide también mantener la huelga como presión.
La prueba de fuerza
El gobernador se mete a mediar, pero no logra que la patronal suba de las 566 pesetas de jornal. Entonces, el 6 de junio, amenaza con prohibir las de junio, amenaza con prohibir las asambleas y enviar la policía para reprimir a los piquetes de huelga. La coordinadora vacila, sus 17 miembros responden a zonas de combatividad muy diferente: pero no toman postura por sí, sino que se mantienen fieles a la decisión de las asambleas, limitándose a informarlas. La presión oficial aumenta: cargas policiales, obreros heridos, detenidos como «rehenes» para que se vuelva al trabajo. La respuesta obrera es firme: siguen las asambleas y el paro total; el 9 de junio hay manifestaciones. Pero la huelga se hace intermitente, clandestina y «salvaje» como en tiempos franquistas.
En este clima vota Asturias en las elecciones del 77. Las centrales partidistas, que, a todo esto, se habían dedicado a sabotear la huelga para «estabilizar» la democracia, vuelven a apoyarla, negocian que el gobernador autorice las asambleas. Ahora lo que tratan es de capitalizar la lucha para sus campañas de afiliación, y montan una manifestación regional en Gijón y una jornada de lucha. El 25 se concentran más de 50.000 trabajadores en la plaza de Alvargonzales, de Gijón, no sin enfrentamientos entre obreros de la construcción y líderes políticos empeñados en un protagonismo oportunista. El 28 de junio pararon más de 100.000 trabajadores, de Ensidesa a la minería. Once cenetistas fueron detenidos en las manifestaciones habidas en Oviedo.
Ante la situación crítica para los miles de familias sostenidas por las cajas de resistencia de las zonas, las asambleas de trabajadores deciden que se hable con el ministro en Madrid. Hay promesas, y reintegro parcial al trabajo, pero sin hacer horas ni destajos, a espera del laudo. Se proyecta una marcha sobre Madrid, y se considera la paralización total de obras que no tuvieran fines sociales, sino de servicio al capital (como el hipermercado de Lugones o la autopista de Huerna hacia Madrid). Finalmente, llega el laudo, forzando a la patronal a acceder a las reivindicaciones obreras. Ante esta solución favorable, se vuelve al trabajo, no en todos los tajos, el 15 de julio. Fue una gran victoria de la unidad obrera desde abajo.
Contactos: Sindicato de Construcción CNT. Carpio, 8-10, bajo. Oviedo.
Las asambleas de zona en Mieres, Avilés, Nalón, Gijón, Oviedo y Pola de Siero discuten en la primavera una tabla que, al coordinarse mediante delegados, pasa a ser plataforma reivindicativa cara al convenio, Estas asambleas decidieron desde el principio que la negociación sería mediante representantes directamente elegidos y controlados por todos, al margen de todo intermediario político o sindical. Ese fue su mayor acierto.
La plataforma era larga, de 28 puntos, destacando las cuarenta horas semanales, seguridad en el trabajo, libertades sindicales y un jornal mínimo de 900 pesetas. Al negarse la patronal a reconocer a la negociadora («comisión de los veinte»), se va a la huelga el 1 y 2 de abril.
UGT se opone al asambleísmo y exige la negociación a través de los sindicatos. CCOO tiene varios representantes entre los elegidos por la zona (aunque comprometidos a ser portavoces de sus asambleas y no negociar más que con el mandato de éstas), y la CNT apoya el procedimiento asambleario elegido por los trabajadores.
La patronal sigue negándose y trata de dividir contactando con UGT: la huelga se generaliza mediado abril, esta vez no sólo por el reconocimiento de la comisión, sino también por la plataforma reivindicativa.
Finalmente, la patronal reconoce a los negociadores, pero no sus revindicaciones. Empiezan las maniobras: la comisión llama a volver al trabajo mientras ellos negocian. En Gijón rompen así la huelga en mayo, pero los trabajadores no se fían: en Oviedo y Mieres mantienen la huelga, prganizan cajas de resistencia. En Gijón las asambleas revocan a dos delegados.
Cuando el cansancio aislaba a las empresas más luchadoras, se conoce el 9 de mayo la ridícula oferta patronal de 510 pesetas, y también los primeros despidos y represalias. Mediado mayo, la huelga es total en la provincia. Las zonas coordinan sus cajas de resistencia y sus asambleas de delegados de tajo, creando un comité de huelga con 10 delegados por zona: esta autoorganización obrera da a las asambleas el protagonismo efectivo de la lucha, superando el aislamiento en que tenía a las zonas la negociadora.
Las grandes empresas obligan a los pequeños empresarios a una actitud de intransigencia en sus ofertas económicas: para cargarse de razón, y después de estudiar los datos reales, la asamblea provincial del 24 de mayo da un mandato para negociar un jornal cotizable base de 732 pesetas, incluído el plus de asistencia, aparte de las pagas extra y las vacaciones. Pero decide también mantener la huelga como presión.
La prueba de fuerza
El gobernador se mete a mediar, pero no logra que la patronal suba de las 566 pesetas de jornal. Entonces, el 6 de junio, amenaza con prohibir las de junio, amenaza con prohibir las asambleas y enviar la policía para reprimir a los piquetes de huelga. La coordinadora vacila, sus 17 miembros responden a zonas de combatividad muy diferente: pero no toman postura por sí, sino que se mantienen fieles a la decisión de las asambleas, limitándose a informarlas. La presión oficial aumenta: cargas policiales, obreros heridos, detenidos como «rehenes» para que se vuelva al trabajo. La respuesta obrera es firme: siguen las asambleas y el paro total; el 9 de junio hay manifestaciones. Pero la huelga se hace intermitente, clandestina y «salvaje» como en tiempos franquistas.
En este clima vota Asturias en las elecciones del 77. Las centrales partidistas, que, a todo esto, se habían dedicado a sabotear la huelga para «estabilizar» la democracia, vuelven a apoyarla, negocian que el gobernador autorice las asambleas. Ahora lo que tratan es de capitalizar la lucha para sus campañas de afiliación, y montan una manifestación regional en Gijón y una jornada de lucha. El 25 se concentran más de 50.000 trabajadores en la plaza de Alvargonzales, de Gijón, no sin enfrentamientos entre obreros de la construcción y líderes políticos empeñados en un protagonismo oportunista. El 28 de junio pararon más de 100.000 trabajadores, de Ensidesa a la minería. Once cenetistas fueron detenidos en las manifestaciones habidas en Oviedo.
Ante la situación crítica para los miles de familias sostenidas por las cajas de resistencia de las zonas, las asambleas de trabajadores deciden que se hable con el ministro en Madrid. Hay promesas, y reintegro parcial al trabajo, pero sin hacer horas ni destajos, a espera del laudo. Se proyecta una marcha sobre Madrid, y se considera la paralización total de obras que no tuvieran fines sociales, sino de servicio al capital (como el hipermercado de Lugones o la autopista de Huerna hacia Madrid). Finalmente, llega el laudo, forzando a la patronal a acceder a las reivindicaciones obreras. Ante esta solución favorable, se vuelve al trabajo, no en todos los tajos, el 15 de julio. Fue una gran victoria de la unidad obrera desde abajo.
Contactos: Sindicato de Construcción CNT. Carpio, 8-10, bajo. Oviedo.
Extraído de: BICICLETA, nº6, Mayo de 1978.
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