No somos nada, no somos nadie. No nos busques en ningún sitio porque estamos en todas partes, crecemos en los árboles y salimos de debajo de las piedras. Somos yo, tu, el/ella... y nos hacemos cómplices.
No tenemos moto que vender porque nos movemos a pie, poco a poco, paso a paso. Y aunque caminemos despacito, inseguros, tropezando una y otra vez como niños, seguiremos rechazando apoyos paternalistas de quienes nos venden ideología y revolución; de quienes dirigen y recuperan las luchas populares para aumentar el currículum de su organización y, de este modo, justificar su propia existencia e inoperancia; de quienes colaboran conscientemente en la perpetuación de lo existente.
Porque la única ideología válida es la que día a día evoluciona, se discute, se cambia, se siente y se practica en lo cotidiano.
No necesitamos verdades absolutas estáticas ni bonitas palabras vacías que asimilar o asumir con ejemplar disciplina militante. Preferimos decir lo que pensamos y hacer lo que sentimos, lo que queremos, lo que podemos, lo que nos dejan. Porque la única revolución posible (si es posible) partirá de nosotros mismos, de la participación total y directa de todos y cada uno. En nuestras manos esta realizar nuestros deseos, nadie debería pensar ni actuar por nosotros. No somos nada ni somos nadie, salvo nosotros mismos.
No tenemos nada que demostrar, ni por qué justificarnos o rendir cuentas a nadie. Preferiríamos desaparecer antes que rendirnos a la autoridad, la ley, el orden y la moral supuestamente revolucionarias que algunos se atribuyen; profesionales de la lucha que pretenden monopolizar con sus siglas nuestros sueños e ideas. Preferiríamos dejar de existir antes que entregar el control de nuestras vidas y luchas a los perpetuadores del estado-capital.
¡Abajo los pensadores, vivan los que piensan!
¡Ni partidos ni sindicatos, rompamos con todo!
Publicado en: Llar, Febrero de 1999
Extraído de: "Del tiempo en que los violentos tenían razón"
No tenemos moto que vender porque nos movemos a pie, poco a poco, paso a paso. Y aunque caminemos despacito, inseguros, tropezando una y otra vez como niños, seguiremos rechazando apoyos paternalistas de quienes nos venden ideología y revolución; de quienes dirigen y recuperan las luchas populares para aumentar el currículum de su organización y, de este modo, justificar su propia existencia e inoperancia; de quienes colaboran conscientemente en la perpetuación de lo existente.
Porque la única ideología válida es la que día a día evoluciona, se discute, se cambia, se siente y se practica en lo cotidiano.
No necesitamos verdades absolutas estáticas ni bonitas palabras vacías que asimilar o asumir con ejemplar disciplina militante. Preferimos decir lo que pensamos y hacer lo que sentimos, lo que queremos, lo que podemos, lo que nos dejan. Porque la única revolución posible (si es posible) partirá de nosotros mismos, de la participación total y directa de todos y cada uno. En nuestras manos esta realizar nuestros deseos, nadie debería pensar ni actuar por nosotros. No somos nada ni somos nadie, salvo nosotros mismos.
No tenemos nada que demostrar, ni por qué justificarnos o rendir cuentas a nadie. Preferiríamos desaparecer antes que rendirnos a la autoridad, la ley, el orden y la moral supuestamente revolucionarias que algunos se atribuyen; profesionales de la lucha que pretenden monopolizar con sus siglas nuestros sueños e ideas. Preferiríamos dejar de existir antes que entregar el control de nuestras vidas y luchas a los perpetuadores del estado-capital.
¡Abajo los pensadores, vivan los que piensan!
¡Ni partidos ni sindicatos, rompamos con todo!
Publicado en: Llar, Febrero de 1999
Extraído de: "Del tiempo en que los violentos tenían razón"
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