La situación económica está reduciendo a los de abajo del proletariado al precariado
Con la regularidad de un ciclo natural, tras los desfiles procesionales de abril, comienza mayo con las marchas y pregones de la fiesta del trabajo. Ambos rituales constituyen una celebración alegórica, donde un conflicto que enfrenta grandes fuerzas -el Bien contra el Mal- se representan en imágenes que rememoran un pasado heroico. El ritual procesional, a pesar de sus connotaciones idolátricas, que lo hacen tan odioso a la piedad reformada, se adecua bien a su función mnemotécnica: le basta recordar a los creyentes la pasión y resurrección de Cristo cuyas promesas se cumplirán en la otra vida.
Quienes celebramos el Primero de Mayo lo tenemos más complicado. Debemos hacer realidad los cantos -si no queremos transformarnos en un coro de fariseos que, como dice León Felipe, «cantan como el sacristán los rezos o dicen sus versos como el cómico viejo» -no en otra vida, sino aquí y ahora. Cuando en esos cantos se expresa el deseo de que «el mundo cambie de base», «desaparezcan los reyes y tribunos» o «que el genero humano sea la internacional», esos deseos deben traducirse en realidades concretas contra la estructura bancaria, los reyes , las fronteras o en defensa de los emigrantes (los que son nada y deben ser todo).
Me imagino el tedio y la sensación de «ya visto» del periodista al que cada año su jefe ordena cubrir las manifestaciones del Primero de Mayo. Este año quizás puede pirar y adelantar los discursos que cierran la marcha, contestando al redactor jefe, como en el chiste del niño ateo que tras la misa resume a su padre la homilía sobre el pecado con «El cura no estaba de acuerdo»: los oradores hablaron de la crisis y estaban en contra . Y desde luego que bienhablado, la crisis económica está reduciendo a los de abajo del Proletariado al Precariado. Se vive en precario cuando las condiciones del mercado de trabajo individualizan al trabajador y lo separan de cualquier proyecto o seguridad colectiva. Sí el antiguo jornalero debe ofrecer al terrateniente su fuerza de trabajo cada mañana, el precario debe estar colgando de continuo su currículo en la red, compitiendo con el compañero tornado competidor, en espera de que el mercado decida si su oficio de encofrador ha quedado obsoleto aquí, y debe hacer la maleta e ir a Guinea, donde El Pocero va a reconstruir su emporio.
Pero una vez que el sufrido periodista ha escuchado de los lideres sindicales las previsibles maldiciones contra los empresarios codiciosos (a diferenciar de los emprendedores), los malos banqueros (Pessoa conoció a uno anarquista) y las llamadas a la potencia para políticos impotentes (Nacionalizar-Planificar son verbos de actuación inconjugables por ellos), puede entretenerse en separar manifestantes Apocalípticos e Integrados.
Los discursos Integrados son realistas con la situación de Indefensión de la Multitud:, huelgas, ocupaciones o sabotajes son para ellos acciones obsoletas. Los sindicalistas integrados saben que la mani del Primero de Mayo -como la fanza de la lluvia o la procesión de San Isidro contra la sequía- no influye en la crisis. Pero también creen que al juntarse las gentes clamando para que vuelva la normalidad- prosperidad capitalista, el desahogo con los vivas y mueran a coro, hace más llevadera la espera de bonanza. Para los integrados, aunque las concentraciones sean nulidades fácticas, la falsa conciencia que generan de no estar a merced de las fuerzas ciegas del mercado justifica el esfuerzo de la representación.
Los apocalípticos somos los esperanzados en que la profecía de S. Juan contra este mundo donde «los mercaderes eran príncipes de la tierra, en cuyas hechicerías todas las gentes han errado», se empieza a cumplir ahora: «Caída es, caída la Grande Babilonia». Pero la caída del mercado exige que la multitud siga su exhorto: “Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes de sus pecados». De la esperanza en que Mayo haga rebrotar esa voluntad de lucha nace mi trevimiento para actualizar el mensaje apocalíptico (tiene XX Siglos) reduciéndolo a dos acciones: 1) Si tienes ahorros en el Banco o la Caja sácalos y guárdalos debajo de la cama. Hasta el día antes del Corralito ningún argentino creía en peligro sus ahorros 2) Durante el próximo trimestre si tienes deudas o hipotecas no pagues. No te pasara nada pero Babilonia quedara anémica y tal vez, el mayo próximo la profecía será realidad.
Guillermo Rendueles
Con la regularidad de un ciclo natural, tras los desfiles procesionales de abril, comienza mayo con las marchas y pregones de la fiesta del trabajo. Ambos rituales constituyen una celebración alegórica, donde un conflicto que enfrenta grandes fuerzas -el Bien contra el Mal- se representan en imágenes que rememoran un pasado heroico. El ritual procesional, a pesar de sus connotaciones idolátricas, que lo hacen tan odioso a la piedad reformada, se adecua bien a su función mnemotécnica: le basta recordar a los creyentes la pasión y resurrección de Cristo cuyas promesas se cumplirán en la otra vida.
Quienes celebramos el Primero de Mayo lo tenemos más complicado. Debemos hacer realidad los cantos -si no queremos transformarnos en un coro de fariseos que, como dice León Felipe, «cantan como el sacristán los rezos o dicen sus versos como el cómico viejo» -no en otra vida, sino aquí y ahora. Cuando en esos cantos se expresa el deseo de que «el mundo cambie de base», «desaparezcan los reyes y tribunos» o «que el genero humano sea la internacional», esos deseos deben traducirse en realidades concretas contra la estructura bancaria, los reyes , las fronteras o en defensa de los emigrantes (los que son nada y deben ser todo).
Me imagino el tedio y la sensación de «ya visto» del periodista al que cada año su jefe ordena cubrir las manifestaciones del Primero de Mayo. Este año quizás puede pirar y adelantar los discursos que cierran la marcha, contestando al redactor jefe, como en el chiste del niño ateo que tras la misa resume a su padre la homilía sobre el pecado con «El cura no estaba de acuerdo»: los oradores hablaron de la crisis y estaban en contra . Y desde luego que bienhablado, la crisis económica está reduciendo a los de abajo del Proletariado al Precariado. Se vive en precario cuando las condiciones del mercado de trabajo individualizan al trabajador y lo separan de cualquier proyecto o seguridad colectiva. Sí el antiguo jornalero debe ofrecer al terrateniente su fuerza de trabajo cada mañana, el precario debe estar colgando de continuo su currículo en la red, compitiendo con el compañero tornado competidor, en espera de que el mercado decida si su oficio de encofrador ha quedado obsoleto aquí, y debe hacer la maleta e ir a Guinea, donde El Pocero va a reconstruir su emporio.
Pero una vez que el sufrido periodista ha escuchado de los lideres sindicales las previsibles maldiciones contra los empresarios codiciosos (a diferenciar de los emprendedores), los malos banqueros (Pessoa conoció a uno anarquista) y las llamadas a la potencia para políticos impotentes (Nacionalizar-Planificar son verbos de actuación inconjugables por ellos), puede entretenerse en separar manifestantes Apocalípticos e Integrados.
Los discursos Integrados son realistas con la situación de Indefensión de la Multitud:, huelgas, ocupaciones o sabotajes son para ellos acciones obsoletas. Los sindicalistas integrados saben que la mani del Primero de Mayo -como la fanza de la lluvia o la procesión de San Isidro contra la sequía- no influye en la crisis. Pero también creen que al juntarse las gentes clamando para que vuelva la normalidad- prosperidad capitalista, el desahogo con los vivas y mueran a coro, hace más llevadera la espera de bonanza. Para los integrados, aunque las concentraciones sean nulidades fácticas, la falsa conciencia que generan de no estar a merced de las fuerzas ciegas del mercado justifica el esfuerzo de la representación.
Los apocalípticos somos los esperanzados en que la profecía de S. Juan contra este mundo donde «los mercaderes eran príncipes de la tierra, en cuyas hechicerías todas las gentes han errado», se empieza a cumplir ahora: «Caída es, caída la Grande Babilonia». Pero la caída del mercado exige que la multitud siga su exhorto: “Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes de sus pecados». De la esperanza en que Mayo haga rebrotar esa voluntad de lucha nace mi trevimiento para actualizar el mensaje apocalíptico (tiene XX Siglos) reduciéndolo a dos acciones: 1) Si tienes ahorros en el Banco o la Caja sácalos y guárdalos debajo de la cama. Hasta el día antes del Corralito ningún argentino creía en peligro sus ahorros 2) Durante el próximo trimestre si tienes deudas o hipotecas no pagues. No te pasara nada pero Babilonia quedara anémica y tal vez, el mayo próximo la profecía será realidad.
Guillermo Rendueles
Publicado en: La Nueva España, 1 de Mayo de 2009
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